CUENTO

ZERO DEGREE

Esa fue una decisión tonta! dijo Frank, al entrar al baño y encontrar flotando a Becky boca abajo entre la tina. Se sentó sobre el water, y fumando un cigarro observó el cielo inusualmente vacío. A lo lejos, la bahía. En la tina, el estremecimiento del agua le hizo pensar en la tensión superficial y los insectos. Acabó el cigarro y lo arrojó por la ventana.

Unas horas antes, borracha y desvestida Becky la puerquita, saltaba en la cama celebrando la caída de las torres. Yo cubría mi cabeza con la almohada. Franky, iremos a comprar un bonito sombrero para mirar la bahía desde el balcón cuando ya no haya tierra en el ambiente? Ehh?. Cállate, si?. Me giré de medio lado. Ohh Frank, tu lo prevés siempre todo, bajo tu hermoso torso velludo, quién necesita otra sombra. Levanté la almohada de mi rostro lo suficiente para verla con un solo ojo. No tengo el torso velludo, imbécil...y después de un largo trago agregó mientras miraba al vacio: Franky, eres tan bello, podrías ser un poco galante...

En la calle las sirenas, las alarmas, se intercalaban con los gritos de la gente salpicados de maldiciones y juramentos. La puerquita no se enteraba de nada. Estaba ebria e intentó poseerme; Su tufo lo expelía en mi cara mientras me cogía il cazzo. Levanta esta torre que no tiene gemela, dijo. El estalló en una risotada. Su excitación extravagante daba risa. Frank reía y el rostro de la puerquita se descomponía. Deseo, tristeza, luego violencia. Se abalanzó sobre Frank, tratando de herirlo con las uñas. Franky empujó a la puerquita que cayó pesadamente sobre la cómoda. El ulular de las sirenas se expandió por el departamento. Tomó el pantalón, se dirigió hacia la puerta y abriéndola dijo: Vete. Toma tus cosas y lárgate. Con el dedo índice señalaba la escalera. Becky tomó un largo trago: Así solucionas tus problemas bonito? lo que no sirve, lo sacas de tu vida?... Se levantó del suelo y colocándose la camisa fue a acariciarle el rostro. Sonaron unos golpes en la puerta.

El sol seguía cambiando de color sobre el parietal de la puerquita, que ahora flotaba de costado. A lo lejos, la nube de polvo se extendía en la bahía. Giraron hacia la puerta: vacilante, sin franquear la entrada, Michelle con el cabello enredado y gris por la tierra, avanzaba con pequeños pasos. Su camisa se manchaba con la sangre que goteaba de sus heridas. Lamento interrumpir tu reunión en este estado, dijo mientras a través de las lágrimas observaba a la puerquita con la camisa abierta. Bonito, será mejor que atiendas a esta gorda, parece perturbada. Sacaré otra botella.

Frank tomó a Michelle y la llevó al baño como a una niña. Llenó la tina desenredó su cabello mientras ella, recostada en su hombro continuaba llorando. La desnudó y lavó su cara. Nariz, orejas, mentón y su cabello. Los pies, los senos adoloridos, el vientre flácido y herido. Con cada caricia se tranquilizaba. Aún sentado sobre el water, Frank empezó a impacientarse con the Becky's Affaire. Viva o muerta la puerquita era insoportable. Desde la sala, una voz lo sacó del letargo. Salió y cerró la puerta. Michelle había regresado y encontró otra vez la puerta abierta. Hablaron, tomaron unos drinks e hicieron el amor.

Cuando Frank despertó, apenas si había transcurrido una hora. La mujer lo miraba con la cabeza húmeda: Cariño, deberías seleccionar mejor tus amistades. Encontré a tu Becky. Es tan incómoda como cuando estaba viva. Lo miró a los ojos y continúo: que vamos a hacer? La pregunta en plural alivió a Frank. No lo sé.



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