CUENTO

PENDU ET ÉTRANGLÉ.

"El tiempo y la enfermedad, han desgastado mi razón. Ahora soy apenas un muñón de mi mismo y estoy muriendo. No tengo nada que dejarte: solo este documento.” Así escribió mi padre tras 19 años sin decir una palabra. Acabado, se refugió en un hotel miserable en Almería.

El documento enviado en un antiguo pergamino, se encuentra escrito en una mezcla de latín y lenguas vulgares del siglo XV. Al traducirlo, ignoro si persigo su contenido o las razones de quién nunca fue mi padre, y sin embargo, no pudo ignorarme al morir. "He dedicado mi vida a perderla y con mi último aliento, procuro un futuro menos aciago a mi alma. Esta vez, no salvaré el pellejo. Debí morir hace tiempo. Casi a mis 28 años "pendu et étranglé" en Paris. Estudiante y vividor, conocí a quién creo haber servido siempre, a pesar de ser él mi amanuense, desde hace mas de 12 años. Dado su espíritu creativo y perverso, mi debilidad de carácter, y su curiosa generosidad, François Villon fue mi alter ego desde el principio. Nos hermanamos de posada en posada; Nos desgastamos en cada copera. Y con cada satisfacción, aprendimos una felonía con que pagarla: El hurto y el pillaje, el homicidio y la huida. He dicho que debí morir años atrás en Paris. François y yo fuimos condenados a la horca. Otro fraude -esta vez al destino- engañó a nuestra suerte. La pena fue conmutada por 10 años de destierro de Paris... [En esta parte el documento es ininteligible] En el reino Portugués, es posible recomenzar la vida en un puerto. Atravesamos Toledo a fines de 1464, y no lejos del reino de Granada, en una posada, conocimos al caballero cuya desgracia sería nuestra suerte. Era principal, del linaje de los Lara. Sus atenciones con nosotros se debieron a una extraordinaria circunstancia: Un parecido que en todo guardaba yo con él. Sé que agonizo, y deseo recobrarme. Que no dude el señor que el alma que recibe es mía, no la de este infeliz cuyo nombre llevará mi tumba. Durante el convite en la posada el caballero, evidentemente ebrio, aceptó un reto ecuestre hecho por François. Le propuse que nos retiráramos de aquel entuerto; pero la apuesta es otra forma de pillaje. Nunca supe qué fue del caballero en ese bosque. François regresó furtivamente, con sus ropas y alhajas. Las mismas que desde entonces visto con su nombre. Conservé una vida, no sé si la mía. Empleado como mi escribano, François jamás ha dejado de escribir, los versos que en Paris le hicieron notable. Son los versos que ennoblecen el nombre del hombre que soy, que no es el mío. También él teme a la muerte, incluso desde Paris. Sus versos, ahora como entonces, cantan -o ruegan- por lo mismo. Sus coincidencias deberían bastar para probar mis palabras. Agonizo por esta lanza en mi costado, sin querer morir, me sumo en el temor de no morir yo. Con mi muerte, muere también Jorge Manrique.

Aquí termina el texto.

Creo posible falsear un documento de hace mas de cinco siglos, a pesar de la coincidencia del relato con la verdad de los expertos. Sin embargo, hay circunstancias que no permiten fiarme de su verosimilitud: la generosidad de un hombre que a pesar de ser mi padre, jamás me amó. La coincidencia -no exenta de maldad- de mi nombre, exactamente el suyo. Temo, que otra carta enviada por él a cualquier parte, intente probar- como procura ese papel, confundiendo la identidad y muerte de dos hombres- que no ha muerto. Que soy un atado de músculos que con su nombre, alberga un alma que nadie sabe si es suya o mía.

.

.


Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire

.
.
.
.
.